El tema del proyecto se engloba dentro de dos grandes líneas de actuación historiográfica bien conocidas desde los años ochenta del pasado siglo. Por un lado, y enmarcada en el llamado mundo de “Historia de las mentalidades”, la muerte y su universo sociomental y económico, del que fueron pioneros estudios que hoy forman parte de la base de conocimientos del medievalismo. Tal es el caso de trabajos como los de A. Erlande-Brandeburg (1975), J. Le Goff (1981), Ph. Ariès (1983), J. Chiffoleau (1980) o J.-C. Schmitt (1994), por mencionar solo algunos de los clásicos más conocidos. Muchos de ellos se encuentran vinculados al espacio franco e ibérico objeto protagonista de este proyecto, donde se han prolongado en el tiempo reflexiones incluso muy recientes (J.-P. Deregnaucourt, 2007; Alexandre-Bidon, 2008, M. Guade-Ferragu, 2005; H. Vilar, 2012) que se aprovechan sin duda de las tareas desplegadas por la investigación a partir de aquellas en parcelas geocronológicas más reducidas.

La segunda gran línea de trabajo donde enlaza se sitúa en el proceso evolutivo desde las llamadas “monarquías feudales” hacia la denominada “Génesis del Estado Moderno”, de nombre tan discutido como inevitable, y que, aparte de estructuras políticas, fiscales o legales pusieron en valor el enorme desarrollo de la propaganda en torno a los poderes públicos, incluido el sentido de la muerte, los rituales funerarios, su representación y la permanencia en el tiempo a través de todo tipo de manifestaciones alcanzan un peso singular. En ese terreno, los trabajos en torno a la monarquía, sin duda la institución que en mayor medida podía –y debía- instrumentalizar la muerte –la propia muerte de los individuos de la familia regispara transformar el fin de la vida en imagen de continuidad de la propia institución hasta donde los resortes del momento permitían, se singularizan de modo especial (Sousa, 1984; Ramírez, 1996, 2009; Mitre, 1998; Cabrera, 2001, 2015; Boissavit, 2003; González Jiménez, 2006; Pérez Monzón, 2007; Dectot, 2009; Miranda, 2009; Martin, 2011; Arias, 2015; Serrano, 2015). Junto a la corona, también los grandes principados que se consolidan en los siglos bajomedievales, mejor o peor acomodados a los nuevos engranajes políticos y que, sobre todo en determinadas zonas, permiten la construcción de modelos muy inspirados, y hasta competidores en cierta medida, de los propios de la corona (D’Avray, 1994; Español, 2011; Lamazou-Duplan 2014). Se trata de modo habitual, con todo, de estudios centrados en los siglos bajomedievales, cuando las fuentes de información resultan más profusas y detalladas: los lugares y modos de enterramiento, (Núñez, 1999; Alonso, 2007; Laguna, 2009; Morales, 2013; Nogales, 2014; Torija, 2014) los ceremoniales (Nieto, 1993; Pérez Monzón, 2007; Miguélez, 2010), asociados a unos y otros, incluido el del propio tratamiento del cuerpo (Sanz, 2000; Torres, 2002; Bande, 2009), o la fama póstuma y su perduración en la literatura, las crónicas o las leyendas (Sousa, 1984). No faltan, sin embargo, para tiempos anteriores, (Boto, 2012 y 2015), y entre ellos, los pocos centrados en el mundo andalusí (Álvarez, 1984; Fierro, 2004).