Algunos miembros del equipo vienen manteniendo un peso muy relevante en los estudios sobre la muerte, y especialmente en lo relativo a los componentes de la propia familia real o los grandes señores de la nobleza. Otros, que no se han mencionado de modo expreso en el apartado anterior, han realizado sus análisis en este terreno en relación con otras cuestiones, en marcos más amplios, o de otro carácter, donde los focos de interés en cualquier caso exigían prestar atención singular a esas cuestiones para tener la adecuada visión de conjunto. A la postre, el sujeto de análisis se encuentra especialmente vinculado a un gran tema historiográfico, que P. 6 Nora bautizó como “los lugares de la memoria”. Y dentro del mismo, no solo –pero también- a las cuestiones relativas al espacio físico del poder, su representación y correspondiente plasmación, ese “spatial turn” tan querido –y discutido- para la historiografía de los últimos años, sino también a los espacios ideológicos, literarios, litúrgicos, simbólicos o antropológicos, cuyo análisis global exige una conjunción de intereses que desborda cualquiera de las áreas científicas y reclama, además de un modelo de trabajo a muy largo plazo, de la colaboración de especialistas de diferentes disciplinas. Puesto que se trata de un proyecto que pretende comparar tiempos y espacios políticos e ideológicos, el marco físico nos permite enmarcar a los restantes ámbitos, y “enfrentarlos” entre sí para construir un modelo, o una sucesión de ellos, o hasta una ausencia de los mismos si los resultados nos llevan a esa conclusión. Por seguir con el símil, cartografiar los procesos relacionados con el “acto” de enterramiento de los miembros de las familias principescas, para alcanzar un panorama a la vez de conjunto y detallado, constituye una propuesta a muy largo plazo que desborda ampliamente los límites de este proyecto, pero que necesita de una primera aproximación como la que aquí se propone. De acuerdo con los principios weberianos, el “tipo ideal” –necesariamente imperfecto- que buscamos solo puede construirse a partir de casos concretos, pero solo su articulación y permanente reinvención permite otorgarles su pleno sentido, individualizado y en el conjunto.

El proyecto se plantea no tanto una hipótesis de partida como un gran –y largo- interrogante: los sistemas de enterramiento de las grandes familias soberanas y principescas de la Edad Media, en el periodo que señalan las fechas marcadas entre los siglos X-XV ¿presentan unos parámetros y unos esquemas de funcionamiento que puedan relacionarse entre sí en el tiempo, en el espacio y en los diversos niveles de articulación que cabe organizar, y se convierten a su vez de alguna manera en ejemplos destinados a ser emulados en otros niveles inferiores pero igualmente paradigmáticos del poder constituido?

La búsqueda de respuesta a esa pregunta se apoya en la convicción de que los numerosos y muy valiosos trabajos producidos por la historiografía en las últimas tres décadas adolecen de la necesaria reflexión y debate de conjunto, así como de una interdisciplinariedad que solo pueden conseguirse en una más amplia apertura del foco geohistórico, cronológico y de interacción científica, que permita el encuentro con los necesarios elementos de comparación ya estudiados para otros lugares y tiempos y/o desentrañar los puntos de análisis poco atendidos o necesitados de una revisión a la luz de otras investigaciones. Ahora bien, en la medida en que este proyecto no pretende constituir sino una parte específica de una red de objetivos más amplia, en paralelo –en relación con otros proyectos en marcha- y a medio plazo, con el horizonte en convocatorias no solo nacionales sino europeas, en esta primera etapa ha parecido necesario establecer una acotación de objetivos, territorial y cronológica que permita experimentar con esos modelos de comparación, con la intención, no de agotar temas y líneas de trabajo, sino de establecer propuestas y primeras aproximaciones, sin renunciar con todo a obtener resultados de interés hasta donde sea posible en esta etapa inicial.

Sobre esa base, y sin perder nunca la perspectiva general y más amplia posible que quepa establecer, se ha tomado, por un lado, un espacio de referencia clásico de la historiografía, el reino de Francia, y por otro, los reinos de la península ibérica, cuya diversidad política no impide, sino que obliga, a unas interrelaciones necesariamente inevitables. El supuesto modelo paradigmático francés (topos que cabrá discutir) de los diseños feudales y su transición/cambio hacia la construcción del autoritarismo monárquico, enfrentado en el análisis a los diversos modelos hispanocristianos en su particular devenir, y a estos con el mundo andalusí, tanto el del esplendor califal omeya como el de los sucesivos diseños identitarios que se construyen hasta el siglo XV, donde ejemplos como los llamados “imperios norteafricanos” pueden quizás aportar referencias de singular interés.

En el marco cronológico, más allá de la manida periodización Plena y baja Edad Media que circunscribirían los siglos X-XV, se trata de reflexionar sobre posibles cambios y permanencias a partir, como punto de partida y de llegada, de dos grandes procesos ideológicos, seguramente más conectados entre sí de lo que a primera vista parece sostener la historiografía tradicional. El primero, la consolidación del marco político general. Por un lado, en el espacio francooccidental, heredero del mundo carolingio pero sobre todo en su articulación “capeta”, considerada por la historiografía tradicional como el marco de referencia para la construcción del mundo feudal. Por otro, la afirmación de la diversidad territorial e ideológica de los espacios ibéricos, que de modo paulatino configuran espacios políticos soberanos profundamente interrelacionados, pero también a la búsqueda de una diferenciación singular. El segundo, la conocida como “Génesis del Estado moderno”, que, más allá del acierto del nombre, representa como ningún otro el complicado juego de relaciones sociopolíticas e ideológicas que afecta a todos los grupos de poder en torno a la afirmación del poder monárquico, con todas sus posibles disfunciones y concesiones. En unos y en otros, la imagen, y la imagen de la muerte de los “poderosos”, representa mucho más que un símbolo; supone la escenificación y el uso permanente de elementos inherentes a la visibilización del poder.